La agricultura tradicional estuvo caracterizada por una baja tecnificación, sin embargo, paralelo al desarrollo industrial y tecnológico, ésta ha ido incorporando paulatinamente sofisticados equipos y procesos. Soluciones enfocadas en maximizar la productividad y la calidad, minimizar los costes y el empleo de recursos. Es así como surge una agricultura mucho más moderna.
Esta adopción de nuevos sistemas y equipos productivos es la respuesta a una mayor demanda por alimentos, a unidades productivas más grandes, escacez de mano de obra, cultivos más intensivos. El alza en los costos de producción exige ser mucho más eficiente en la aplicación de fitosanitarios, dosificación de fertilizantes y semillas, así como también en el cuidado y alimentación del ganado.
Toda esta tecnología requiere de personas con nuevas capacidades y competencias, familiarizadas con el uso de equipos computacionales y complejos análisis de datos. Por mucho tiempo la tasa de migración del campo a la ciudad ha sido una realidad que golpea al campo. Estos cambios productivos abren las puertas a nuevos desafíos para los jóvenes que se sienten más atraídos por el desarrollo profesional en el área agrícola. Las diferentes entidades educacionales están apuntando a refrescar sus mallas curriculares, entendiendo la necesidad de técnicos con conocimientos en maquinaria, sistemas de registros, de riego, uso de drones, de GPS, etcétera.
Ha quedado en evidencia lo frágil que es la seguridad alimentaria, debemos encaminarnos a una agricultura más eficiente, incorporando tecnología y personas que manejen dicha tecnología, son los jóvenes los llamados a suplir estas carencias, hay que prepararlos para una nueva forma de trabajo, por lo que es fundamental la articulación con los Liceos Agrícolas y CFT de la zona.
El desafío es reencantar a los jóvenes con el trabajo en el campo, demostrarles que hay un enorme espacio de desarrollo y progreso. Empoderarlos de los conocimientos que hoy se requieren para poder seguir alimentado a las familias de nuestro país.